Herman La Cage aux Folles

Desde el año 1980, y después de dos campañas de restauración de la sala, el Théâtre du Châtelet se ha convertido en una de las grandes salas de la capital francesa, por la interesante y variada programación que ofrece cada nueva temporada. Sin embargo, para los parisinos, el Châtelet ha sido durante mucho tiempo el templo de la opereta, un lugar en el que triunfaron cantantes tan populares como Luis Mariano y Fernandel.

Cuando se fundó en 1862, fue la sala más grande de París, con sus 2.500 asientos, y se dedicó tanto a circo, como a teatro y a grandes espectáculos, como los impresionantes cuadros escénicos inspirados en La Vuelta al Mundo en 80 días de Julio Verne. Pero el Châtelet, ahora totalmente financiado por la ciudad de París, ha vuelto a conectar con una tradición de prestigio que se remonta a principios del siglo, en la época en que Diaghilev y sus Ballets Russes, encargaban su música a Stravinsky, Ravel y Debussy. Así, en 1912, los parisinos fueron traspasados por la lascivia de Nijinsky en el Preludio a la siesta de un fauno, mientras que en 1910 tuvieron la oportunidad de aplaudir una verdadera temporada de la Metropolitan Opera de Nueva York: Arturo Toscanini dirigió Aida, Falstaff, Otello, Caballería Rusticana, Pagliacci y Manon Lescaut, nada menos. Y la sala conoció la legendaria voz de Enrico Caruso.

En nuestros días, Pierre Boulez dirigió Pelléas et Mélisande, con la puesta en escena de Peter Stein, Barenboim y Chéreau montaron Wozzeck, Christoph von Dohnanyi dirigió La Mujer sin Sombra y Jeffrey Tate presentó una nueva producción de La Tetralogía del Anillo de Wagner. Este recinto posee tanto el encanto del teatro italiano, como la comodidad de las salas modernas (columnas eliminadas, aire acondicionado), atrayendo irresistiblemente todas las temporadas a los parisinos, interesados en las propuestas más modernas y originales, de la música actual y del siglo XX.