- Capacidad de la Sala : 2000
Después del incendio que destruyó el Real Teatro Ducal, los aristócratas milaneses no tardaron ni doce días en diseñar un nuevo teatro y comunicar sus planes a la emperatriz María Teresa, que dio su beneplácito, con la aspiración de construir un teatro que ofuscara a todos los demás en la península. Dos años más tarde, en 1778, el nuevo teatro de la ópera se inauguró, en el lugar que hasta entonces ocupó la Iglesia de Santa María della Scala. El mismo nombre se conserva desde 1381, año en que Beatrice della Scala hizo construir allí una capilla.
El Teatro alla Scala no tardó en convertirse en uno de los mejores: toda Europa llegaba para admirar los trajes extravagantes, al impresionante coro y a los cantantes, famosos por su sutileza dramática. El público también llegó a ser un espectáculo en sí mismo: se visitaba en los respectivos palcos, departiendo sobre las últimas noticias, se cenaba y jugaba a las cartas... Estas tradiciones se han perdido con el tiempo, aunque no todas: el público, todavía sabe cómo hacerse oír si no está completamente de acuerdo con un trino, o aplaudir con entusiasmo la actuación memorable de una prima donna.
Durante el siglo XIX, la evidente competencia con el Teatro di San Carlo de Nápoles, que a su vez atrajo a las mejores voces de la península, obligó a la ópera de Milán a someterse a una renovación, que realmente hizo con garbo! Los nombres de Rossini, Bellini, y Verdi, quedaron vinculados para siempre con este ilustre teatro. La historia de la música italiana fue escrita dentro de sus muros. Obras como Norma, Nabucco, Il Turco en Italia o Falstaff, se estrenaron aquí, mientras que cantantes como Isabella Colbran y Maria Malibran, triunfaron en su escenario.
El final del reinado de Verdi, inauguró la etapa de Toscanini como director. A pesar de sus famosas rabietas, formó una orquesta y una compañía permanente, que impuso nuevos estándares de calidad en todo el mundo. Esos eran los días en que se podía cantar en el Metropolitan de Nueva York, sólo bajo la condición de haber sido previamente consagrado en el escenario de la Scala.
La Scala fue destruida en 1943, y rápidamente reconstruida gracias a los planos originales. Nunca ha perdido su alma, gracias a artistas como Giulini, Karajan, Tebaldi y Maria Callas, para la que Visconti diseñó míticas escenografías, como la de La Traviatta.