- Capacidad de la Sala : 1152
La historia de La Monnaie, el famoso teatro de la ópera de Bruselas, se remonta a 1695, cuando después que una gran parte de la ciudad fuera bombardeada por los franceses, el Tesorero del último Gobierno español de los Países Bajos, obtuvo permiso para construir un teatro, en el lugar que hasta entonces había ocupado una fábrica de moneda.
En 1700, una producción de Atys de Lully inauguró el nuevo teatro, donde se produjeron alternativamente representaciones de ópera y teatro, y donde, varios años más tarde, Napoleón llegó a oír al famoso actor Talma, recitar las líneas de Britannicus de Racine. El emperador francés pensó en construir un nuevo edificio justo detrás del antiguo, pero Bruselas pronto pasó a ser dominio del rey holandés, que se hizo cargo de sus planes. El segundo teatro, inaugurado en 1819, sería no obstante, un quebradero de cabeza para los holandeses. Durante una representación de La Muette de Portici de Auber, por ejemplo, parte de la audiencia, se agrupó en la puerta del teatro. Los artistas entonaron el famoso dúo de la ópera, Amour sacré de la patrie, y cuando llegó la parte de "¡A las armas!" el público estalló, propagándose la rebelión por la ciudad. Fue el 30 de agosto de 1830, y la revolución que llevaría a Bélgica a la independencia, había comenzado.
La sala que actualmente conocemos, fue construida en 1856, después que la precedente fuera arrasada por uno de esos incendios que tan a menudo han marcado la historia de las salas de conciertos de Europa. A partir de entonces, La Monnaie se forjó una reputación de teatro, que es un cruce de caminos entre la creación y la modernidad, cuya audaz programación compensaba de alguna manera, el conservadurismo de la escena parisina. Verdi y Wagner, que se escuchó aquí como en ningún otro lugar fuera de Alemania, o la Carmen de Bizet, que no tuvo ningún éxito en Francia al principio, resonaron dentro de las paredes del teatro.
Desde el comienzo de nuestro siglo, La Monnaie nunca ha dudado en programar obras revolucionarias para su tiempo, tales como las de Stravinsky, Berg, Britten y Prokofiev, mucho antes de que otros teatros de ópera les dieran la bienvenida. A partir de 1960, la reputación del teatro se vio reforzada por la creación del Ballet del Siglo XX de Maurice Béjart, y consagrada bajo la dirección de Gerard Mortier (1981-1991).