- Capacidad de la Sala : 1859
A diferencia de la Staatsoper Unter den Linden, fundada en el siglo XVIII en el centro de la ciudad y considerada desde siempre la ópera de la realeza, la Deutsche Oper tiene una historia más corta, que empieza 1912, por iniciativa de la burguesía berlinesa, buscando crear un teatro más democrático y accesible. Ubicada en el distrito de Charlottenburg, por entonces considerado fuera de la ciudad. La gran crisis económica derivada de la Gran Guerra, propiciará el rescate del teatro por parte de la ciudad de Berlín.
Rebautizada como Städtische Oper, la institución vivirá a partir de 1925, un corto aunque fecundo período de brillantez, de la mano de Bruno Walter y la gestión de Carl Ebert, asistido por el legendario Rudolph Bing, futuro director del MET. Promoverán el estreno de óperas modernas, como las de Weill o Schreker, que Klemperer no podía estrenar en la Kroll Oper, actualmente cerrada, y desatarán por ello la ira de los nazis, en cuyas manos acabará el teatro. Ebert ya en el exilio, será el fundador del Festival de Glydebourne.
En 1945, el edificio está completamente en ruinas, pero en agosto, la compañía se reúne en el Teatro del Oeste para preparar Fidelio. Permaneció allí hasta 1961. Durante este período, el director Ferenc Fricsay, llevará a la Städtische Oper a recuperar su posición internacional, alternando el gran repertorio y puestas en escena de alta calidad, con obras de Stravinsky y Hindemith, prohibidas por los nazis, y con estrenos mundiales como El abrigo rojo (1954) de Luigi Nono o El Rey Ciervo (1956) de Henze. Una época en la que el teatro descubrió las voces de Dietrich Fisher-Dieskau, Ernst Haefliger y Josef Grendl y en la que Ebert, vuelto del exilió, dio un gran impulso al teatro.
En 1961 se inauguró con Don Giovanni, el nuevo edificio del arquitecto Fritz Bornemann, que volverá a ocupar su lugar en la calle Bismark. El nuevo teatro, moderno y espacioso, goza de excelente acústica y visibilidad para todos los espectadores. Pronto alcanzará renombre internacional por la originalidad y osada modernidad de sus producciones, pero también por su calidad musical, con directores como Maazel, Jochum o Böhm. El teatro siguió en esa década, lanzando nuevos talentos: Evelyn Lear, Gundula Janowitz, José van Dam, Pilar Lorengar, Leonie Rysanek, Anja Silja, Agnes Baltsa...
Los más innovadores y originales directores de escena, han montado aquí, Herbert Wernicke, Jean-Pierre Ponnelle, Robert Carsen, John Dew, Günter Krämer, Hans Neuenfel o Peter Konwitschny, manteniendo vivo el compromiso fundacional de esta institución con Alban Berg, para que los teatros "...representen las óperas clásicas como si fueran modernas...y viceversa".